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Edith Grossman, la traductora

Publicado: 2011-07-26

Una de las traducciones de Edith Grossman

La traductora al inglés de García Márquez y Vargas Llosa (además de El Quijote, ni más ni menos) Edith Grossman habla en ADN Cultura de “La Nación” acerca del oficio de traductor y lo poco que traducen al inglés a los autores de otros idiomas. La entrevista es de Hernán Iglesias.

Dice la nota:

El año pasado publicó Why Translation Matters (“Por qué la traducción importa”, todavía -ejem- no traducido al castellano), un librito-panfleto-manifiesto en el cual denuncia la indiferencia de los editores, críticos, académicos y lectores anglófonos ante las novelas publicadas originalmente en idiomas extranjeros.

En el libro, Grossman cita la conocida estadística de que en Estados Unidos, Australia y Gran Bretaña sólo el tres por ciento de los libros publicados son traducciones, mientras que en Europa y América latina ese número oscila entre el 25% y el 40%. “Los angloparlantes no estamos interesados en las traducciones”, dice Grossman. (Un entrevistador contagiado de la jerga de los traductores habría comentado que Grossman dijo esto “con un suspiro”. O “meneando la cabeza”.) “Y no creo que eso vaya a cambiar pronto, porque casi todas las editoriales son parte de grandes corporaciones y toman sus decisiones bajo una presión enorme para hacer negocios.”

Este cronista menciona entonces, con algo de timidez, que editoriales pequeñas y medianas de Estados Unidos publicaron en los últimos meses traducciones de libros de César Aira, Alejandro Zambra y Juan José Saer, entre otros. “Las quiero mucho a esas editoriales, en ellas trabaja gente buena -responde Grossman-. Pero son demasiado pequeñas, tienen muchos problemas para obtener una distribución adecuada y conseguir buena publicidad o reseñas en los medios.”

A pesar de todo, en el mundo anglosajón las traducciones nuevas de obras clásicas reciben a veces la misma atención que las novelas nuevas. El Quijote de Grossman, en 2003, fue un pequeño gran acontecimiento en el mundo de las letras, igual que la publicación, en 2010, de una nueva versión inglesa de Madame Bovary, traducida por la novelista Lydia Davis. Julian Barnes escribió hace unos meses un larguísimo artículo en que la reseñó y comparó con media docena de traducciones anteriores. Su veredicto fue que, en las últimas décadas, las traducciones se habían hecho más precisas y más fidedignas, pero también más aparatosas y menos fluidas. Por querer reflejar con más detalles la intención original del autor, decía Barnes, los traductores nuevos se estaban olvidando de escribir bien en su propio idioma.

Grossman sonríe un poco nerviosa. “Barnes es un tipo bastante especial”, dice en castellano y se niega a opinar, probablemente por cortesía hacia su colega. Pero no esconde que su ideología de traducción tiene poco que ver con la precisión. En un pasaje de Why Translation Matters, escribió: “La fidelidad es un propósito noble, el ideal utópico del traductor literario, pero insisto: la fidelidad tiene poco que ver con eso que se llama el significado literal”. (Este fragmento fue traducido por este cronista, que espera haber sido fiel sin haber sido demasiado literal.)

¿Es esta ideología mayoritaria o minoritaria entre los traductores? “La mayoría de nosotros [los traductores] sabemos bien que la traducción literal no existe. Nadie quiere leer un libro que está escrito en un idioma que no existe, y sabes que cuando haces una traducción literal estás inventando un nuevo idioma que nadie habla y nadie lee. Cuando haces una traducción del español al inglés, tienes que escribir la traducción en inglés.” En su libro, Grossman, que tradujo La fiesta del Chivo y El amor en los tiempos del cólera y se inició en el oficio en 1973 con un cuento de Macedonio Fernández, cita una anécdota de Gregory Rabassa, otro de los traductores famosos del español al inglés, que ilustra bien este punto. Rabassa estaba siendo entrevistado por un periodista colombiano, después de haber traducido Cien años de soledad, y el periodista le preguntó si su español era lo suficientemente bueno como para traducir a García Márquez. Rabassa hizo una pequeña pausa y respondió: “Lo que es realmente bueno es mi inglés”.


Escrito por

Iván Thays

Escritor peruano. Autor de las novelas "El viaje interior, "La disciplina de la vanidad" y "Un lugar llamado Oreja de perro".


Publicado en

Moleskine Literario

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