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Le Clezio en Guadalajara

Publicado: 2010-11-29

JM Le Clezio en Guadalajara

Jean Marie Gustave Le Clezio, el penúltimo premio Nobel de Literatura, ha viajado hasta Guadalajara para inaugurar la FIL. Y en la rueda de entrevistas no ha querido dejar de ensayar el castellano, aunque no la hable muy bien.

Patricia Kolesnikov, para la Revista Ñ, ha viajado a cubrir la FIL y ha entrevistado a Le Clezio. Dice la nota:

Africa, cuatro años con los indios panameños, México (más precisamente, Michoacán), Alburquerque, en Estados Unidos, la isla Mauricio de sus padres. El mundo Le Clézio es un mundo excéntrico aunque él se ría y pregunte dónde está el centro y niegue que Nueva York o Shangai sean más “centro” que “Buenos Aires o Zamora de Hidalgo”.

¿Qué es viajar? En realidad, no viajo tanto. Lo que he hecho es quedarme diez años en un lugar, no sé si eso es viajar: es ser como un inmigrante. Porque cuando nos fuimos con mi esposa y mis hijas a vivir a Michoacán yo pensé que quizás iba a morir allá porque era un lugar donde iba a quedarme.

¿Cada vez que se muda es para siempre? Cada vez es para siempre.

¿Cómo siente ese permanente estado de extranjería? Soy de origen de bretón, es un pueblo bastante pobre, los bretones tuvieron que salir para ganarse la vida y entonces uno de mis abuelos se fue a vivir a Isla Mauricio y después de dos generaciones se encontraron pobres de nuevo y tuvieron que salir de Mauricio y fueron a Guyana primero y después a Nigeria, mi tío estuvo en Trinidad, otro tío en Flandes, otro en París… ¿Como escritor eso produce una mirada más distanciada? Yo no escribo sobre la realidad sino lo que siento sobre la realidad y me interesan las reacciones de la gente, pero no siempre de la misma gente, en cuanto a la realidad. Así que aprendí muchísimo viviendo en África y aprendí muchísimo viviendo en México sobre la naturaleza, el vínculo con los otros y la manera de saludarse con los otros y sobre la realidad.

(…)

Se ríe a cada rato Le Clézio. De lo que dice, de lo que le dicen. Se burla de quien le pregunta por el Premio Nobel de la Paz para que haga una declaración crítica sobre Derechos Humanos en China: “Se lo dieron a un preso político. Presos políticos hay en muchos lugares, ahora se lo podrían dar a un preso de Guantánamo”. Se ríe del Nobel: “Es un premio… Lo da un jurado, que puede fallar”. ¿Le cambió la vida? Sí, claro: “Tenía muchas deudas, ahora tengo la sonrisa de mis banqueros”.

Después de haber tenido un contacto íntimo con Africa y América, ¿Encuentra puntos de contacto en esas culturas? El sentido de comunidad, la calle, el estar afuera. Y algo de magia. Lo que hace falta en Europa, que es más racionalista.

¿Por qué? La vida es complicada.

¿Demasiado para la razón? Sí. Hay otras dimensiones que la razón humana. Una sobrenatural, una por abajo.

No entiendo.

Hay una dimensión sobrenatural. Cada ser humano vive una parte de una totalidad: hay algo que sobrepasa la breve duración de una vida. Cuando voy a Michoacán a menudo paso por un pueblito. Entro en una casa muy humilde, con suelo de tierra, pero hay un sector que es de lujo: el de los retratos de los antepasados o cosas que han pertenecido a los antepasados, a veces muy lejanos. Con candelas encendidas día y noche; es la convicción de que vivimos con todo lo que ha sido antes. Es una emoción que se percibe, es la creencia de que somos parte de un tiempo más grande que el de la vida.

Y lo de abajo… Es la influencia de la tierra, que existe. Los chinos creen que una casa no se puede construir sin tomar en cuenta las corrientes de energía … esa idea existe también en México y en Africa.

Es la idea de estar ligado a un contexto.

Sí, pero no es el más allá, es el más adentro. Y aquí todo eso se siente.


Escrito por

Iván Thays

Escritor peruano. Autor de las novelas "El viaje interior, "La disciplina de la vanidad" y "Un lugar llamado Oreja de perro".


Publicado en

Moleskine Literario

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