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Nick Hornby entrevistado

Publicado: 2010-10-31

Nick Hornby

La nueva novela de Nick Hornby, Juliet, desnuda, ha sido publicada por Anagrama. No la he leído aun, así que no sé si será tan buena como Fiebre en las gradas, o al menos como Alta fidelidad, pero sí que será sobre un fanático en algo, en lo que sea, porque eso es lo que es Hornby: un fan. 

En “Babelia” lo entrevista extensamente Brenda Otero:

Juliet, desnuda cuenta la historia de Duncan, maduro fan de Tucker Crowe, un músico de culto que se ha apartado del ojo público. Nuevo material de Crowe aparece por sorpresa, convirtiendo los foros de Internet en un hervidero de especulaciones. Annie, la desencantada pareja de Duncan, publica una crítica personal del disco. Lo que desata inesperadas consecuencias.

La novela se mueve en un territorio familiar -que no predecible- para Hornby. Uno de sus temas habituales, el lugar que ocupa el arte en nuestras vidas personales, se renueva con la incursión de Internet. Nos relacionamos de manera diferente y modificamos nuestro consumo de bienes culturales. “Mi manera de trabajar no ha cambiado tanto, solo que la Red distrae más a los escritores. Lo que sí se ha transformado es mi manera de escuchar música”. La novela incluye correos electrónicos, entradas apócrifas de Wikipedia y construye el argumento en torno a un encuentro que comienza en el ciberespacio. Ha sido definida por un crítico británico como un ejemplo del acercamiento posmoderno a la ficción. “No lo creo”, opina Hornby. “¿Por incluir un par de entradas de Wikipedia inventadas y algunos e-mails?Son ornamentos. En realidad se trata de una novela de estructura tradicional”.

Las aficiones desbocadas que pueblan los libros de Hornby pueden provocar dos tipos de reacciones. Para algunos son alicientes vitales que enriquecen la existencia; para otros, una ridícula venda en los ojos: “La respuesta que puedan provocar mis personajes, y en concreto en Juliet, desnuda, está basada en puro esnobismo. Si hubiera estado obsesionado con Keats en lugar de con un músico casi desconocido, nadie diría que se trata de una persona triste con una vida vacía. Muchos académicos son así, tienen una obsesión vitalicia con un escritor que se percibe como algo valioso”.

El comentario ilumina la sospecha que muestra Hornby por lo académico. Junto a otros padres, ha fundado una escuela para la educación de su hijo autista y planea establecer una escuela de escritura creativa para niños. Pese a su interés por la enseñanza, quiere mantenerse lo más lejos posible del discurso docto. Cursó literatura inglesa en Cambridge, donde no se adaptó. Sintió que su licenciatura era “inútil” y perdió la seguridad en sí mismo frente a los estudiantes que veían su educación de élite como un derecho heredado. Tras licenciarse, probó como periodista, trabajó como profesor en una escuela y pasó años profesionalmente a la deriva, intentando vender guiones cinematográficos. Su primer trabajo publicado fue una serie de ensayos críticos sobre la novela americana.

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A mediados de la década de los noventa, Fiebre en las gradas y Alta fidelidaddesataron un aluvión de libros sobre hombres medianamente jóvenes y confundidos, adictos a la cultura pop, que deben aprender a enfrentarse a la vida. Hornby creó escuela, dando pie a la lad lit, como denominan los anglosajones a la literatura para hombres en oposición a la chick lit (para mujeres). Desde entonces a Hornby se le ha identificado con esta tendencia, algo que él considera erróneo: “Me convertí en un escritor inclasificable y eso no gusta. Durante mucho tiempo en la prensa me definieron como ‘escritor especializado en fútbol’. Publiqué 5 o 6 libros que no trataban de fútbol y entonces te conviertes en un escritor para hombres. Pero de hecho, la mayoría de mis lectores son mujeres. Mis dos primeros libros fueron escritos para las mujeres. Para mi agente, mi editora, mi entonces esposa. Como una explicación de cómo son los hombres”.

El autor prefiere leer a escritoras como Muriel Spark, Lorrie Moore o Anne Tyler. “Estoy en una etapa de mi vida en la que considero que ahí encuentro las historias. Es decir, las emociones y los sentimientos”. La observación de que puede estar cayendo en el tópico de que las mujeres solo escriben desde un plano íntimo le incomoda. Aunque como ex periodista, acierte a responder con cautela: “Es que no quiero escribir el libro que defina la sociedad contemporánea. Ni novela histórica. Alta fidelidad fue un intento de hacer literatura doméstica desde el punto de vista masculino”.

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Pocos escritores tienen la facultad de captar el encantamiento que la música ejerce en nuestras vidas. Pese a todo, la idea de Juliet, desnuda no era hablar sobre ello: “Mi intención fue acercarme a lo que le importa a la gente ahí fuera. Se conecta más fácilmente con la música que con la literatura, por eso elegí a un músico como personaje”. A su vez, inspirado por el trabajo del crítico John Carey, quiso mostrar el inescrutable camino que traza una obra de arte cuando deja a su autor: “No puedes entender la respuesta que recibe lo que publicas, porque no existen las reacciones coherentes”.


Escrito por

Iván Thays

Escritor peruano. Autor de las novelas "El viaje interior, "La disciplina de la vanidad" y "Un lugar llamado Oreja de perro".


Publicado en

Moleskine Literario

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